Es indiscutible que los estudios de género han sentado sus reales en los medios académicos, despertando un gran interés entre los estudiosos de los fenómenos sociales. Estos han contribuido a despertar conciencias, a modificar conductas genéricas, a incidir en prácticas sociales y, como una gota de agua permanente sobre las rocas, han logrado perforar estructuras sociales y poner en evidencia sus grietas. Aquel llamado feminista de terminar con la desigualdad entre hombres y mujeres, en busca de varios caminos para aminorar las inequidades y combatir las bases de un orden social patriarcal, poco a poco va ganando terreno. El concepto de género ha resultado una herramienta analítica poderosa al poner en evidencia no solo la existencia sino las constantes reconfiguraciones del patriarcado, esa estructura de poder arcaica y universal que ha regulado las relaciones entre hombres y mujeres, colocando a la mujer en una posición de inferioridad y de sumisión.