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Gloria de Zaragoza acababa de despertar. Su vista asombrada recorría con sobresalto aquella habitación desconocida, que apenas empezaba a iluminarse con la tenue luz del amanecer que penetraba por la ventana abierta con un airecillo frío que la estremeció. ¿Dónde estaba...? Sintió que algo muy amargo le resbalaba por la garganta y le oprimía el pecho, provocándole un vértigo de desolación. Nerviosa saltó de la cama...
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